Thursday in the 14th Week in Ordinary Time
English
In our first reading today, God laments that Israel has abandoned him, and he does so with the words of a parent, mourning the abandonment of a child. “When Israel was a child I loved him… The more I called them, the farther they went from me.” “Yet, though I stooped to feed my child, they did not know that I was their healer.”
How many of us know this same lament? How many of us have children or grandchildren who have abandoned the values of their family, or who have decided to turn their back on everything that was given to them? This is the most common heartbreak in the Church today, and all of us have experienced it or watched it happen to someone we love.
And yet, how does God respond? He says, “I will not give vent to my blazing anger.” Many of us are offended when children take their own path, and we become fearful, of their future, of their relationship with God, of many different things. And this fear leads us to be angry, to try to win our children back with harsh, condemning words. But this is not the way of God. God loves his children anyway and, even though he laments their unfaithfulness, he treats them with patience, not anger.
Español
En nuestra primera lectura de hoy, Dios se lamenta de que Israel lo ha abandonado, y lo hace con las palabras de un padre, llorando el abandono de un niño. “Cuando Israel era niño, yo lo amé… Pero, mientras más lo llamaba, más se alejaba de mí.” “Yo los atraía hacia mí con los lazos del cariño, con las cadenas del amor. Yo fui para ellos como un padre, que estrecha a su creatura y se inclina hacia ella para darle de comer.”
¿Cuántos de nosotros conocemos este mismo lamento? ¿Cuántos de nosotros tenemos hijos o nietos que han abandonado los valores de su familia, o que han decidido dar la espalda a todo lo que les fue dado? Este es el desamor más común de la iglesia hoy en día, y todos nosotros lo hemos experimentado o visto que sucede a alguien que amamos.
Y, sin embargo, ¿cómo responde Dios? Él dice, “No cederé al ardor de me cólera.” Muchos de nosotros nos ofendemos cuando los niños toman su propio camino, y nos volvemos temerosos, de su futuro, de su relación con Dios, de muchas cosas diferentes. Y este miedo nos lleva a estar enojados, a tratar de recuperar a nuestros hijos con palabras duras y condenantes. Pero este no es el camino de Dios. Dios ama a sus hijos de todos modos y, aunque se lamenta de su infidelidad, los trata con paciencia, no con enojo.
End Notes
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Fr. Moore 